La obra trata sobre los bloqueos emocionales y su relación con el cuerpo humano.
Tendemos a encapsular las emociones, es decir, a cortar las mismas, insensibilizar, anestesiar…, por la educación que recibimos socialmente y la adaptación al medio en el que vivimos. Dicha adaptación nos obliga a una serie de relaciones entre iguales y con el medio, muchas veces sin ser conscientes de ello. La adaptación con los otros y al medio se aferra a cuestiones culturales que tenemos interiorizadas desde que nacemos, pero por lo general no somos conscientes de esta adaptación. Son cuestiones culturales, conscientemente tan medidas y tan interiorizadas que el cuerpo reacciona directamente ante emociones, pero dejamos de sentirlas, o, mejor dicho, dejamos de ser conscientes de que las sentimos, creando cápsulas que se quedan en el mundo inconsciente pero el cuerpo lo expresa de una u otra manera. Cada cuerpo expresa una historia, una vida. Cada cuerpo puede expresar tristeza acumulada, rabia, placer retenido.
Es habitual utilizar el término nudo para hacer referencia a las sensaciones físicas que revelan o nos dan pistas sobre nuestro estado emocional; hablamos de un nudo en el estómago para referirnos al miedo, nudo en el pecho para describir la tristeza, etc.
La obra es un reflejo de estos bloqueos emocionales y su relación con el cuerpo humano materializado en una vía de rocódromo, siendo la escalada el concepto clave y a su vez metáfora de cómo puede afrontar cada individuo esa subida y bajada emocional, esos nudos, en relación con su propio cuerpo. Se trata de un proyecto escultórico instalativo e interactivo, en el que se combinan técnicas de modelado, moldes y vídeo.